ASESINATO DE LA GAVIOTA

Dime dónde irán los besos
de los horizontes que estallan sobre la pupila
;dónde quedarán derrotas
que no siembren de blindajes la aceras
;dónde versificaré mi crispación
para que las casas olviden el cataclismo.

Yo, que no tengo fuego para mis manos,
que veo las bocas babeantes y bobaliconas sobre las lápidas,
que restriego angustias y soledades,
me hundo en la distancia
de un beso no detonado.

Pero ellos también mueren.
Y por eso su sangre no es más agradable.
Han quemado sus pieles con blancura
pero los insectos del dolor
han gritado a gritos nuestros nombres.

Porque todos también morimos
y nadie ama más un verso retirado
que el niño que no llora,
el hombre que solloza y
la anciana
que ha dejado entre las piedras
enterrada una paloma
que robará de los cabellos
una rama de estrellas
desde el beso del horizonte
donde las ondas de mi pelo
traerán desierto a las farolas.

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