Y no era un tarde que predijera

Y no era un tarde que predijera
la llegada de la aurora boreal:
fue cayendo hacia poniente
mientras los destellos herían con napalm,
con neutrones y protones, núcleos,
átomos inmedibles que
como corazones vagaban rotos
en una noche intangible.

El Sol llegó a una palmera
e intentó la pirueta entre los cuerpo.
Un cuchillo cortó la evolución funambulística
del rayo solar.
Un hombre perdió la vista en aquel momento.
La luz desapareció en aquel bosque de palmeras.
La inquietud selvática estalló
en los cuerpos donde el odio habitaba.

Una detonación
..., cae una flecha ante los labios entreabiertos de un niño
que no llora.
Un verso
..., acusación que brota de la lengua
que acaricia la rosa.

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