El niño y el tranvía

Subes las cuestas de la noche
para acunarlo en cocheras
donde ya no habitan silencios
ni ratas.

Sabes de las gotas de sangre en las aceras
y de su cabeza en el raído
donde se posa la tempestad
de sus dibujos animados.

Y ya llegas a terminus.
Él se deja ir al fondo del sueño
y tú lo arropas con tu frialdad de
hojalata.
¡Apóyate en mi sueño de escaleras
si antes te colgabas de mis venas
de tranvía viejo y roto!

Pero ahora me llevan sin tus manos,
ferralla, ferralla,
para desoírme en avenidas,
para que no riegue de sangre
los adoquines arrojadizos.

Pero él te ama en el retorcimiento
descampado.

Sigue durmiendo en asientos
raídos
arropado con las ratas del no-silencio
y los cristales secos del tejado.
¡Duérmeme, duérmeme,
duérmete en silencio,
rozando, duérmete!

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