Llegas preguntando la hora

Llegas preguntando la hora
como si el escalofrío,
ese destello tras tu nuca,
no fuera sino mi miedo extendido
que recorre el arco de tu escalofrío.

Te arrebujas junto a mi nombre
y mis manos hablan de montañas
y carreteras y escaleras;
escribo el verso en tu cuello
y la saliva de la pluma
se seca cuando soplo tu sombra.

Me guías hasta el vacío del dolor
como si mi mirada,
ese escalofrío de tu piel,
fuera algo más que el deseo
de haber estado allí siempre ya antes.

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