No dejéis que se claven en los ojos las macetas

No dejéis que se claven en los ojos las macetas
ni que las papeleras de lluvia
traigan sus cataratas de cordura
donde las semillas de mostaza
nos recuerdan los espejismos.

Traednos las bombillas luciérnagas
que no pierden el marco de los paisajes
ni las manos desteñidas
en las mentes de los ordenadores.

(La luz y las sombras que no existen en el cemento)

Traednos los amaneceres rotos
que pierden la tendencia gótica de las pirámides
y los ojos de los desiertos
en los lomos de los espejos.

No dejéis que se claven los ojos en las macetas
ni los espejismos de los espejos
con su mala suerte de siete años (las arañas amortajan
para recordarnos el nombre de los tejados el aire)
y la pendiente de las azoteas sin barandas.

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