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El verso me asalta desde el sofá
al levantarme
para quitar la bolsita de té
del agua
que se ha enfriado en la cocina.

Y Pande no me mira
desde la caracola de su sueño
como si supiera que el té está frío,
que Loulee la mira más allá del cristal.
Y luego está el teléfono
que se empeña en cazar las velas
de eso catamaranes
mientras recortan olas envejecidas
en paralelo.

Dublín se ha vuelto húmedo
estos días,
cada paso queda pegado al suelo,
y los charcos se empeñan en no congelarse
con la excusa de que no hace frío.

Y prefiero callar,
habitar un silencio,
que hable la tele o el contestador,
que grite la mancha de humedad,
que rompan la voz las bisagras,
pero no me hagáis llorar
porque mi lágrima se evapora en el viento del Liffey,
mi nariz chorrea con obsesión de persiana,
mi boca tirita desde el cuadro del payaso con los globos...
porque os podría mostrar mi pecho
el vacío que deja la hendidura del recuerdo.

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