Millenium Bridge

Con esa obsesión (tan tuya)
de sentarte sobre los pretiles de los puentes
me quieres mostrar pedazos de sueño
que pasan flotando
y yo tuerzo la cabeza
para descubrir que el Liffey
nos contamina con su lentitud,
con el reflujo de los borrachos,
con paseos dominicales
condenados a inundarse
en las lágrimas que no lloramos.

También te sientas sobre los alféizares
acodada sobre tu propia indefinición
y haces gestos a la calle
o ademanes de vaho en los cristales,
escritura en el marco de las puertas
como si Ariadna hubiera abandonado el oficio de tejedora
y arruinase la blancura.

Pero Ulises era sordo
y no escuchaba las sirenas,
cruzaba las calles a la carrera
y se balanceaba sobre los puentes
hasta que volvía a entrar la marea.

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