Williams St. Sth.

Empieza a llover…
…y el paraguas se abre al cruzar la calle.
Es esa hora a la que los cafés
empiezan a enfriarse
y se llenan de sombras los edificios de ladrillo rojo.

Las mujeres hacen equilibrios en los bordillos
mirando la hora a cada paso,
vigilando las miradas,
con sus bolsas de boutiques y carnicerías,
con olvido de huellas de humedad
en las aceras.

Los hombres pasan deprisa
como si la lluvia (que ha dejado de llover)
pudiera lavarles la cara
y descubrir el reflejo de su propio deseo
oculto en bolsas de papel y celofán
(recién envuelto en sótanos inundados).

Yo siento el escalofrío de la calle
que me peina las costillas
...y he terminado el café
...y se ha hecho tarde para ir al cine
...y el periódico no rellena las rendijas
por donde se cuela el viento,
por donde escapa mi mirada.

Deja de llover...
...y el paraguas se cierra cruzada la calle.
Es aquella hora a la que los cafés
terminan de llenarse
y se templa la luz
tras los edificios de ladrillo rojo.

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