Four Courts

Todas las mañanas luchas con la ceguera
de la acera que discurre en paralelo
aunque ya hubieses notado el dolor
al doblar la primera esquina.

Salen al paso los vagabundos
sentados en tronos de lluvia,
recién dormidos en los umbrales,
a las puertas de sus propios sueños.

No me asustan las calles traseras
ni las habitaciones de luz azul
alucinadas;
me duelen las plantas de los pies,
las palmas de las manos, la base de la espalda
y las pequeñas raicillas del dolor
que se empeñan en aferrarse a mis articulaciones.

Los vagabundos se despiertan a mi paso
con el brillo del amanecer, de la mano
que recorre el camino de vuelta al bolsillo
y vuelven a dormitar en la resaca del Liffey
que, esta mañana, baja más húmedo
que sí mismo.

Algunas mañanas quedas vencido bajo la almohada
pero siempre hay un desgarro en una cortina
que se obsesiona en recordarte
que hay un precipicio en el colchón
donde antes soñaste un cuerpo.

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