Moore Street

Cuando sales a pasear por las calles
y enredas los pies en las grietas de los adoquines
puedes acabar encontrando
un puente
o
un pasillo.

Son mañanas de sábado
con inmenso esfuerzo por despegar los labios
y cierta obsesión por huir al mercado
donde te entierras entre las frutas y las verduras;
una especia de acento imposible,
siempre un cigarrillo en los labios
que va sembrando cenizas
a fuerza de manosear berenjenas y boniatos;
sueles encontrarte a un chino o a un africano,
incluso recuerdo a una niña vietnamita
que me traspasó el costado
con una lágrima que nunca pudo llorar.

A la vuelta del paseo
te esperan las zapatillas junto a la cama
y puedes acabar encontrando
un sueño
o
un poema
(que nunca se escribe)

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