Me persiguen las puertas de guillotina
Me persiguen
las puertas de guillotina
de los halls de llegada
de los aeropuertos,
donde es posible el beso
o el ceño fruncido
y el gesto obtuso.
En la espera,
mujeres inmensas enceran
corredores de espejos
que no reflejan
sino nuestro rostro de ayer
y el temblor del labio
partido.
Temblamos en aeropuertos
como las balizas
de los portaviones
tras la calma en la bajamar
y descubrimos (de nuevo)
el baile del hueco
del abrazo repetido
y vacío.
las puertas de guillotina
de los halls de llegada
de los aeropuertos,
donde es posible el beso
o el ceño fruncido
y el gesto obtuso.
En la espera,
mujeres inmensas enceran
corredores de espejos
que no reflejan
sino nuestro rostro de ayer
y el temblor del labio
partido.
Temblamos en aeropuertos
como las balizas
de los portaviones
tras la calma en la bajamar
y descubrimos (de nuevo)
el baile del hueco
del abrazo repetido
y vacío.
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