New York

Pasan por la quinta avenida
las golondrinas olvidadas
del invierno
de camino a sus cuarteles de verano
donde se limpian el pico
del banquete de las aceras.
En calles perpendiculares,
bajo las señales de los pasos de cebra,
habitan dioses pequeños,
gnomos de piedra
que venden las castañas de noviembre,
como las castañeras de la infancia.
Huele esta ciudad
a mercadillo, a feria,
a parque de atracciones
y a escalera de incendios
que nos entierra en el metro
como un desierto
de la humanidad.
En avenidas rectilíneas,
cruzo semáforos en rojo
por la intersección del damero
como si pudiera enroscarme
a los pies del Empire State
y volver a aquel entonces
cuando la fotografía
encuadraba a Cástor y Póllux
separados por el cielo.

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