No es suficiente

No es suficiente
cruzar los umbrales
con una cara nueva, cada día,
ni abrir las contraventanas
a la brisa de la mañana
como si las legañas del alféizar
pudieran lavarse con los restos
del rocío.
No es bastante
aspirar el aroma de la cebada tostada
río arriba donde el río es crucigrama
ni cerrar los ojos al cruzar avenidas
como si los camiones de basura del amanecer
pudieran arrancar de nuestras manos
el cansancio.
Pero quizá sea definitivo
el abrazo de las aceras,
de las camelias o de las escaleras
que nos conducen a los tejados
donde el olvido
recuerda
a un dios de azoteas.

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